EL LIBRO OSCURO

EL LIBRO OSCURO (relato fantástico): Cuando varios agentes de policía entraron en la casa del profesor Albert Bishop para arrestarlo por el secuestro y asesinato de veinte niños, lo encontraron agonizando sobre sus propios vómitos, en un cuarto cuya atmósfera estaba viciada por un fuerte olor a cianuro. En los bolsillos del suicida se encontró una nota manuscrita, dirigida “a aquellos que puedan triunfar donde yo fracasé”. Dicha nota, bastante críptica, hablaba de un “tesoro” escondido “allí donde el vampir

Cuando varios agentes de policía entraron en la casa del profesor Albert Bishop para arrestarlo por el secuestro y asesinato de veinte niños, lo encontraron agonizando sobre sus propios vómitos, en un cuarto cuya atmósfera estaba viciada por un fuerte olor a cianuro. En los bolsillos del suicida se encontró una nota manuscrita, dirigida “a aquellos que puedan triunfar donde yo fracasé”. Dicha nota, bastante críptica, hablaba de un “tesoro” escondido “allí donde el vampiro hallará su reposo”.  Aparentemente aquellas palabras tenían muy poco sentido y, desde luego, no explicaban qué había llevado a aquel solitario docente jubilado, cuyo único vicio conocido era coleccionar libros antiguos, a cometer unos crímenes tan horribles. Se dio por hecho que el lugar “donde el vampiro hallará su reposo” solo podía ser el cementerio y la policía registró el panteón familiar de los Bishop, pero no encontró absolutamente nada. Así las cosas, se supuso que Bishop estaba simplemente loco y, con el paso del tiempo, la gente empezó a olvidarse del asunto.

Una tarde, mientras daba un paseo por el apacible barrio donde había vivido Bishop, llamaron mi atención unos cuantos murciélagos, que revoloteaban sobre el tejado de una casa abandonada, la cual, aparentemente, les servía de refugio durante el día. Entonces una intuición asaltó mi mente. La cultura popular asocia a los vampiros con los murciélagos, así que aquel podía ser el lugar “donde el vampiro hallará su reposo”. Guiado por un impulso de irrefrenable curiosidad, entré en la casa, donde encontré un viejo libro de tapas oscuras, en cuya primera página no se leía ningún título, pero sí un nombre escrito a mano: Albert James Bishop. Aunque mi primer impulso fue entregar aquel volumen a las autoridades, algo me impulsó a leerlo y su lectura provocó una verdadera revolución en mi alma. Aquel manuscrito era la traducción al inglés, redactada por el propio Bishop, del Libro Oscuro, cuyo texto original había sido escrito en la Edad Media por un misterioso ocultista árabe, profusamente mencionado en los relatos de H. P. Lovecraft bajo el falso nombre de Abdul Alhazred. Pero que nadie busque en el Libro Oscuro estúpidos hechizos ni grotescas invocaciones a pulpos gigantes procedentes del espacio exterior. Aquel no era un libro de magia, sino de filosofía y, en cierto modo, de ciencia: su autor demostraba, con argumentos de perfecta e irrefutable exactitud científica, la primacía del Mal sobre el Bien en este entramado de absurdos que denominamos “realidad”.

Al margen del texto principal se hallaban las notas personales del propio Bishop, una de las cuales atrajo inmediatamente mi atención: “Pese a su debilidad, el Bien puede otorgar dones extraordinarios a sus más abnegados seguidores, tal como demuestran los numerosos milagros atribuidos a los santos cristianos o a los ascetas del Lejano Oriente. Así pues, el Mal, siendo más poderoso que el Bien, ¿no podría otorgar unos dones aún mayores a sus devotos? ¿Qué es la magia negra sino una inversión diabólica del milagro religioso? Claro que si la santidad exige sacrificios, el culto al Mal no puede ser menos exigente en ese sentido.”

Magia Negra contra el Dr Bishop

Entonces comprendí por qué Bishop había matado a aquellos pobres niños. No lo había hecho por mero sadismo, sino que los había sacrificado al Mal para obtener a cambio algún tipo de poder mágico. Pero había fracasado. ¿Por qué, pese a haber cometido crímenes tan terribles, el Mal no le había concedido sus favores? Entonces recordé que, según sus propias palabras, el culto al Mal no puede ser menos exigente que la santidad. Dice el Evangelio que para ser santos no basta con amar a nuestros parientes y amigos, sino que debemos amar también a nuestros enemigos. Invirtiendo los conceptos, se extrae la conclusión de que, para ser realmente malvados, no basta con hacerles daño a desconocidos, sino que debemos atormentar a nuestros seres queridos. Aquel fue el fallo de Bishop: careciendo de familiares y de amigos íntimos, mató a unos niños con los cuales no tenía ningún vínculo afectivo, de modo que su acción no fue totalmente malvada. En cambio, si hubiera matado a sus propios hijos, acaso habría obtenido los poderes que tanto ansiaba. Alguien podría preguntarse por qué los numerosos parricidas y fratricidas que pululan por el mundo no alcanzan poderes sobrehumanos. La respuesta es sencilla: ninguna acción, buena o mala, que se realice por motivos mezquinos puede considerarse un sacrificio. El santo debe hacer el bien por amor y no por intereses publicitarios, como esos famosillos que exhiben su falsa solidaridad en las revistas. Del mismo modo, quien asesina a sus padres o a sus hermanos para heredar una casa no está realizando ningún sacrificio, pues, si es capaz de matar a sus parientes por un motivo tan miserable, es que no los quería realmente. Pero ahora yo conozco la verdad y estoy dispuesto a todo para triunfar donde fracasó Bishop. Sé que me resultará doloroso inmolar a quienes amo y me aman, pero ese mismo dolor será el que hará meritorio mi sacrificio.

…NOTA DE LAS AUTORIDADES: El texto anterior fue redactado por el doctor Jacob W. Howard pocas horas antes de asesinar a toda su familia. Tras su arresto Howard fue encerrado en un centro psiquiátrico, donde conoció a una joven celadora, a la cual sedujo con sus doctrinas. Acabó convenciéndola para que envenenara a sus guardianes y, una vez efectuada esta nueva masacre, ambos asesinos huyeron en un vehículo robado, que luego apareció calcinado en el fondo de un barranco (con el cadáver de la celadora dentro). El mismo día de su fuga Howard secuestró a los cuatro miembros de una familia en su propia casa y, bajo amenaza de muerte, los obligó a mantener relaciones incestuosas entre ellos, mientras él los grababa con un teléfono móvil. A continuación, el fugitivo intentó quemar la casa y a sus habitantes, pero afortunadamente estos consiguieron huir y pedir ayuda a una patrulla policial que pasaba por allí en aquellos momentos. Howard, que al parecer creía haber adquirido poderes sobrehumanos gracias a sus actos maléficos, se enfrentó a los agentes, los cuales, viéndose obligados a defenderse, lo hirieron mortalmente. Lo irónico del caso es que el Libro Oscuro, presunto inspirador de todas estas atrocidades, nunca existió más que en la mente de Howard. El “tesoro” al que se refería la nota de Bishop no era ningún libro, sino un vídeo “tutorial” procedente de la Deep Web, que enseñaba a raptar niños impunemente y que fue encontrado en su ordenador, camuflado bajo el título de una popular película de vampiros. Según el dictamen de los forenses, cuando Howard entró en la casa abandonada fue mordido por los murciélagos, contrayendo así una enfermedad infecciosa que en su fase de incubación produce con frecuencia alucinaciones paranoicas (las cuales, cuando afectan a mentes cultas, pueden convertirse fácilmente en filosofías paranoicas).

 

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