
En la escuela todos molestaban a Javier, pues era un chico pequeño e indefenso, de esos que se dice no matan ni una mosca, constantemente lo golpeaban, le hacían bromas pesadas, y él nunca se quejaba, más extraño aun, ni si quiera su rostro se inmutaba, no expresa emoción alguna, parecía que todo le daba igual, por lo cual empezaron a correr el rumor de que el chico no tenia alma y por eso no sentía nada.
A Javier seguía sin importarle, más le importó a su madre, quien exigió a los docentes terminar con la situación. Los burlones se ganaron un simple regaño y nada más. Pasaban los días y Javier veía a su madre muy triste, pero no sabía cómo darle fin al asunto.
Un día al terminar las clases, los bravucones lo siguieron camino a su casa y soltaron sus bocas, entre tantos ataques Javier dijo:
-Y ¿cómo sabes que no tengo alma?,
-Lo puedo asegurar- le respondía su acosador
-Demuéstramelo- replicó firmemente Javier, retándolo ante sus seguidores, a punto de empezar los golpes, un vagabundo que había escuchado todo los interrumpió para decirles:
-Todos tienen alma, lo que hace la diferencia es el valor
-Puedo apostar que la mía vale más- presumió el bravucón con una enorme sonrisa sínica,
El mendigo de nuevo intervino: -Pues es fácil saberlo,llamen al señor de las tinieblas y pregunten por qué alma ofrece mas
-Todos echaron a reír tachando de loco al vago, pero este no desistió:
-No lo hacen porque son cobardes, solo tienen que preguntar “Señor de la oscuridad ¿qué es lo que por mi alma das?, entonces aparecerá frente a ti lo que él te ofrece.
Tratando de no quedar como cobarde ante sus compañeros, el bravucón de inmediato dijo la frase y apareció frente a él una moneda de oro, y así para cada uno, hasta que llegó el turno de Javier, que sin titubear dijo;
–Señor de la oscuridad ¿qué es lo que por mi alma das?
- Una enorme mano salió de la nada, agarrando a los cinco chicos que molestaban a Javier y una voz ronca y rasposa le respondió –A todos a ellos-.
Desde entonces, los cinco chicos van detrás de Javier haciendo su voluntad.
Autor: sirdazacesc