Aliados

Aquella fría tarde invernal un extraño jinete llegó a las afueras de una pequeña ciudad del Medio Oeste americano. Se trataba de un hombre de ojos tristes, cuya ropa, completamente negra, contrastaba con la palidez de su rostro. Alguien hubiera podido oír que hablaba con un cuervo parlante al que llamaba Mister Poe, pero nadie lo oyó, pues casi todos los habitantes del lugar estaban muertos. Cientos de cadáveres yacían sobre las calles heladas, en posturas que denunciaban una muerte violenta y todavía basta

Aquella fría tarde invernal un extraño jinete llegó a las afueras de una pequeña ciudad del Medio Oeste americano. Se trataba de un hombre de ojos tristes, cuya ropa, completamente negra, contrastaba con la palidez de su rostro. Alguien hubiera podido oír que hablaba con un cuervo parlante al que llamaba Mister Poe, pero nadie lo oyó, pues casi todos los habitantes del lugar estaban muertos. Cientos de cadáveres yacían sobre las calles heladas, en posturas que denunciaban una muerte violenta y todavía bastante reciente. Mister Poe le dijo al misterioso jinete:

-Daniel, quien ha provocado esta masacre tiene que ser un enemigo más poderoso que cualquier otro al que te hayas enfrentado nunca.

-Ya lo veo.

-Hay algo que no comprendo. Tú nunca has esperado ni deseado ninguna recompensa a cambio de arriesgar tu vida cazando monstruos. Y, en el fondo, no odias a esos monstruos más de lo que odias la maldad humana. Entonces, ¿por qué haces esto?

-Pues porque nadie más puede hacerlo.

-Bueno, tú verás lo que haces. Si no te importa, yo voy a comer algo.

Dicho esto, Mister Poe se separó de Daniel y se sumó a las numerosas aves de rapiña que se estaban dando un festín con los cadáveres.

Cuando percibió la proximidad del peligro, Daniel desmontó, ató a su caballo a una farola y siguió a pie, con su espada en la mano. El eco de un grito lejano asaltó sus sensibles oídos y se encaminó rápidamente hacia el lugar de donde procedía. Entró en una casa cuya puerta había sido derribada y se encontró con una criatura monstruosa, que estaba devorando a una chica a la que acababa de matar. El monstruo arrojó al suelo aquel cadáver ensangrentado y le dijo al recién llegado, con una voz cavernosa apenas humana:

-A juzgar por tu espada y por tu osadía, solo puedes ser Daniel Hunter, el hijo de Drácula que caza vampiros. Pero, como puedes ver, yo soy mucho más que un simple vampiro.

-Ni siquiera necesito verlo. Pude percibir tu poder y tu maldad desde una larga distancia. ¿Cuándo dejaste de ser humano?

-Cuando le ofrecí mi cuerpo al Dios Oscuro a cambio de su poder. Ahora él y yo somos un solo ser. Enfrentarse a mí es como enfrentarse a un dios. ¿Seguro que quieres desafiarme?

Por toda respuesta, Daniel intentó clavar su espada en el cuerpo del monstruo, pero este esquivó el ataque con una velocidad increíble y le propinó un tremendo zarpazo al cazador de vampiros, que cayó al suelo con todo el cuerpo cubierto de sangre. Viendo que aún conservaba algo de conciencia, el Dios Oscuro le dijo:

-Podría devorarte si quisiera, pero tienes una carne demasiado dura para mi gusto. Así que te dejo como regalo para los perros vagabundos, mientras yo busco otras víctimas más apetitosas. Feliz viaje al Infierno, Daniel Hunter.

Daniel aún hubiera tenido fuerzas para responder, pero optó por callarse. El monstruo se fue y él se quedó tendido sobre el salón de aquella casa muerta, desangrándose inexorablemente mientras caían las sombras de la noche. Ya se había extinguido el último rayo del crepúsculo cuando Daniel percibió que había alguien a su lado. Distinguió en la penumbra a una hermosa niña de piel pálida, a la cual, pese a su estado de semiinconsciencia, reconoció fácilmente. Varios meses antes había tenido un encuentro poco amistoso con aquella niña vampiro, así que le dijo con sus últimas fuerzas:

-Helene… Si has venido a matarme, creo que llegas un poco tarde. Alguien se te ha adelantado.

Helene respondió:

-Aún estás vivo. Y seguirás vivo eternamente si bebes mi sangre.

Daniel, casi desmayado, no respondió nada, pero Helene se mordió los labios con sus colmillos y acercó su boca ensangrentada al rostro del cazador. Este, voluntariamente o no, probó la oscura sangre del vampiro e inmediatamente después sintió que una nueva fuerza estallaba en su interior. Sus heridas habían dejado de sangrar y se levantó rápidamente, como si nunca hubiera estado al borde de la muerte. Si él hubiera sido un hombre normal, la sangre de Helene lo hubiera convertido en un vampiro ordinario. Pero él era un híbrido, descendiente del más poderoso de los vampiros, así que aquella sangre le otorgó un poder muy superior al ordinario (o, para ser más exactos, despertó los poderes que siempre habían estado latentes en el fondo de su ser). Sabiéndose recuperado y más fuerte que nunca, Daniel le dijo a Helene:

-Tú no me debes nada a mí, ni tampoco a la raza humana. Entonces, ¿por qué haces esto?

-Pues porque nadie más hubiese podido hacerlo.

Daniel hubiera querido hacerle nuevas preguntas a su salvadora, pero entonces oyó un nuevo grito, tan lejano que solo los oídos de un vampiro habrían podido percibirlo.

Tomó su espada y corrió hacia el lugar de donde procedía el sonido, pero una vez más llegó demasiado tarde. Varias personas recientemente asesinadas se desangraban dentro de una iglesia católica, donde se habían refugiado pensando ingenuamente que el Dios Oscuro no podría entrar en un lugar sagrado. El monstruo se había ido tras acabar con sus víctimas y Daniel no sabía dónde encontrarlo, pues ni siquiera su sexto sentido podía indicarle el lugar donde se hallaba exactamente. Percibía con claridad que aún estaba en la ciudad, pero esta, aun siendo pequeña, podía ofrecerle numerosos refugios.

Mientras Daniel registraba los alrededores de la iglesia en busca de pistas, el Dios Oscuro lo vigilaba desde la azotea de un edificio cercano. Había reducido su aura de poder infernal para mantenerse oculto y pensaba:

-No solo se ha curado milagrosamente, sino que ahora es mucho más rápido que antes. Apenas pasó un minuto entre el grito de mi última víctima y su aparición, pese a que esta iglesia se halla lejos de la casa donde lo había dejado. Solo hay una explicación: ha bebido sangre de vampiro y eso ha aumentado su poder, hasta el punto de que ahora mismo es más fuerte que yo. Si quiero vencerlo, yo también aumentar mis fuerzas bebiendo la sangre de ese vampiro… pero debo hacerlo pronto.

Daniel se distrajo un momento, mientras ayudaba a unos niños que habían sido escondidos en un sótano por sus difuntos padres, y el Dios Oscuro aprovechó aquella oportunidad para ir en busca de Helene.

Y sabía dónde encontrarla, pues a aquellas horas de la noche estaría buscando alimento y, estando la ciudad prácticamente muerta, solo podía encontrar sangre fresca en los animales de los campos cercanos. Efectivamente, el monstruo encontró a Helene en un descampado donde abundaban los ciervos. Se arrojó sobre ella, la agarró, le tapó la boca con la mano y le dijo en voz baja:

-Tranquila, nena, yo solo quiero de ti un poquito de sangre. Pero aquí estamos muy a la vista, así que será mejor buscar un sitio más íntimo.

Y el monstruo se encaminó hacia una fábrica abandonada, llevándose consigo a Helene, quien, pese a todos sus poderes, no podía escapar de un enemigo tan fuerte. El monstruo pensó que había triunfado y caminó despacio, gozando con los desesperados esfuerzos de Helene para liberarse. Pero de pronto sintió cómo una fría hoja de metal penetraba en su cuerpo. Un arma normal no le hubiera hecho daño, pero aquella era la espada de Daniel, especialmente preparada para matar monstruos. El Dios Oscuro soltó a Helene y cayó al suelo. Antes de morir, le preguntó a Daniel:

-¿Cómo sabías dónde estaba?

Su asesino le dedicó una media sonrisa y contestó:

-Me lo dijo un pajarito… literalmente.

Mister Poe se posó sobre el hombro de Daniel. Su mente analítica había previsto los movimientos y las intenciones del Dios Oscuro, por lo que había pasado buena parte de la noche vigilando a Helene, a sabiendas de que ella podía convertirse en el siguiente objetivo del monstruo.

Mientras la policía estatal llegaba a la ciudad para atender a los escasos supervivientes, Daniel montó en su caballo y se alejó de aquel lugar para no volver. Vio a lo lejos a Helene, quien le guiñó un ojo y le dedicó una sonrisa de agradecimiento, antes de desaparecer entre las sombras de la noche. Daniel no era amigo de sonreír, así que se despidió de ella con un simple movimiento de cabeza. Mister Poe le dijo con sorna:

-¡Vaya, parece que no estás tan pálido como de costumbre! Hasta diría que estás un poco colorado. ¡A ver si ahora resulta que te gustan las niñas guapas!

Esta vez Daniel sí sonrió, mientras le decía a su amigo volador:

-Tiene gracia que eso lo diga usted, Mister Poe, que cuando era humano se casó con su prima Virginia Clemm… quien por aquel entonces solo tenía trece años.

El cuervo Poe dijo:

-Bueno, esta vez me has dejado tocado. No volveré a meterme contigo de nuevo… ¡nunca más (nevermore)!

 

 

 

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